20-08-2014
02:34 AM
- ¿Quién eres? — le preguntó uno de los policías a el Mago, quien solo permanecía en silencio, con la mirada fija en el vacío.
- Debe ser alguien muy importante en secreto... Terrorista tal vez... El hijo de algún jíbaro con dinero — comentó el otro policía —. O tal vez sea solo un niño mimado.
- De cualquier manera, es mucho dinero para una sola persona — dijo el primer policía —. ¿Porque actuaste así? ¿Porque lo hiciste? Lo que le hiciste a ese chico fue realmente espantoso.
El Mago
levantó su mirada e hizo contacto visual con el policía, le miró
fijamente a los ojos por un par de minutos y luego dejó escapar una
sonrisa.
- ¡¿TE ESTAS BURLANDO DE NOSOTROS?! — gritó el segundo policía —. Te voy a matar, ya verás.
El segundo
policía se trató de acercar bruscamente al Mago, pero el primer
policía le detuvo colocándole su brazo en el pecho y ladeando su
cabeza de un lado a otro.
- Ya vienen a buscarlo, traerán el dinero... Sera mejor que te controles o nos vamos a quedar con las manos vacías — dijo el primer policía mientras retenía al otro, usando una mano.
Los policías
cerraron las compuertas de la patrulla, luego de bajarse de ella para
mantener encerrado a el Mago, quien miraba medio decepcionado de si
mismo, los restos de su máscara a un lado de el.
Afuera, ambos
policías hablaban entre si, quejándose del frío que les arropaba.
- ¡Maldito frío! — exclamó el segundo policía —. Me hace falta un maldito cigarrillo, este oxígeno me esta matando... ¡NECESITO HUMO!
- Relajate amigo, cuando traigan el dinero por este pequeño... Lo que sea... Te brindo una caja — dijo el primer policía mientras le daba palmadas a el otro en el hombro.
- ¿Porque aceptar una caja brindada, cuando puedo comprarme dos? — preguntó el segundo policía, mientras levantaba sus cejas rápidamente.
- Porque de esa manera tendrías tres cajas... Y una de ellas llegaría gratis — respondió el primer policía.
Ambos policías
se miraron sonrientes. Luego rieron de manera descarada mientras le
daban golpes al vehículo de patrullaje en donde se encontraba el
Mago. El Mago, no luchaba por liberarse, solo se dignaba a mirar los
restos de su máscara tirados a un lado de el.
20-08-2014
03:11 AM
El Mago había
dejado de mirar los restos destruidos de su máscara solo para
“divertirse” viendo a los policías jugar: piedra, papel o
tijeras. Al cabo de varios minutos, desvió su mirada al horizonte
oscuro, el cual se vio interrumpido por un par de faroles. El Mago
supo entonces que venían por el. Cuando la furgoneta se detuvo a
varios metros del vehículo de policía en el cual el Mago estaba, el
segundo policía desenfundo su arma de reglamento y la mantuvo en sus
manos. El Mago hizo un mínimo esfuerzo, estando de rodillas, para
quedar agachado y con las manos esposadas pero frente a el, y luego
se acerco a la ventana lo mas que pudo para mirar. La puerta del
copiloto fue la primera en abrirse y el Caballero descendió de la
furgoneta, con su chaqueta de cuero oscuro y su antifaz cubriéndole
el rostro, llevaba en sus manos un bolso blanco que podía
distinguirse de muy lejos. La puerta del piloto se abrió, y un
hombre de mediana estatura, calvo, fornido y un candado de vellos
canosos en su rostro dibujado, descendió del vehículo. El Caballero
y el hombre calvo se acercaron a donde se encontraban los policías.
Tras ello, el segundo policía se dirigió al Caballero.
- ¿Esta todo? — pregunto con voz calmada, tratando de que permaneciera serena pero aún así, se notaba ansiosa de por si.
- Por supuesto — respondió el Caballero, usando un tono frío en su voz, el cual denotaba una tranquilidad absoluta en el.
- ¿Quienes son? — pregunto el primer policía —. ¿Una secta? ¿Terroristas? ¿Jíbaros?
- Eso no es importante — respondió el hombre calvo —. No hay nombres, no hay nada.... Excepto dinero y nuestro amigo de por medio.
- Sino nos dicen quienes son, el trato no va — dijo el primer policía.
- Bien, entonces el trato no va — dijo el hombre calvo, ante la mirada atónita del Caballero —. A fin de cuentas, nuestro amigo ya se ha escapado.
Ambos policías
giraron por completo sus cuerpos en dirección hacia la patrulla y
vieron a el Mago aún asomado por la ventana, mirándoles sonriente.
Los policías se miraron confundidos y luego se giraron hacia el
hombre calvo y el Caballero, quienes se habían acercado súbitamente
a ellos.
- ¿Que paso? — pregunto el primer policía, algo enojado —. ¿Que pasa con ustedes? ¿Están todos dementes o algo por el estilo?
- Algo por el estilo, claro esta — respondió el tipo calvo y fornido.
- Bueno... Pongamos fin a esto de una buena vez... El dinero, ¡AHORA! — gritó el segundo policía.
El Caballero
abrió el bolso y dejo caer muchas pacas de billetes en el suelo,
ambos policías le miraron desconcertados.
- ¿Que es esto? — pregunto el primer policía.
- Su dinero — respondió el tipo calvo.
- ¿Tirado en el suelo? — pregunto el primer policía, esta vez bufando.
- El dinero es suyo, pero el bolso es nuestro — dijo el Caballero en respuesta —. Tómenlo de una buena vez y dejen a nuestro amigo en paz.
El segundo
policía a diferencia del primero no se sintió humillado, ni mucho
menos, sino todo lo contrario, sonrió de manera relajada y enfundo
su arma. El primer policía abrió las compuertas de la patrulla y
desenfundo su arma, miro a el Mago con una mirada algo nerviosa, pues
el hecho, de que el Mago halla cambiado su posición y se encontrara
casi de pie; y justo frente a el, le hacía sentir un tanto incómodo,
el policía sujeto a el Mago de su suéter y lo condujo hacia donde
se encontraba el Caballero y el otro individuo, el calvo y fornido.
Los labios de el Caballero temblaron al ver a el Mago con heridas
verosímiles en su rostro. Frunció el ceño, con el rostro sudoroso.
Apretó con fuerza sus puños y trato de acercarse a los policías,
pero se detuvo al sentir la mirada de su acompañante sobre el. El
Caballero se giró, miro al tipo calvo ladear su cabeza, haciéndole
entender que no debía hacerlo.
- ¡ARRODILLATE! — exclamó el primer policía, mientras apuntaba a la nuca de el Mago con su arma de reglamento.
El Mago miró
a el Caballero, quien con su mirada le hacía entender que todo
estaba bien. Luego miro a el tipo calvo, quien sin pensarlo dos veces
le sonrió, no era mas que una mera sonrisa curva y torcida, que
denotaba demencia y locura. Luego, el Mago giró su cabeza en
dirección hacia la furgoneta en la cual el hombre calvo y el
Caballero habían llegado, trataba quizá de distinguir alguna figura
desde adentro de esta, pero el papel ahumado evitaba e impedía todo
tipo de contacto visual, pero el Mago sabía muy bien que alguien
estaba ahí. Dio varios pasos hacia el Caballero y luego se detuvo,
justo en el medio de entre los policías y del “equipo de rescate”.
- ¡ARRODILLATE! — volvió a exclamar el policía, pero esta vez gritando un poco mas fuerte.
El Mago, le
miró girando un poco su cabeza, justo por encima de su hombro y
luego levantó su mirada al cielo, era una madrugada tétrica y
melancólica, pues la luna no iluminaba con su presencia ya que
estaba ausente y en el vasto cielo no se divisaba alguna sola
estrella, mas sino, única y exclusivamente oscuridad, como si la luz
se hubiera ido de ese lugar, como si solo oscuridad, y mas oscuridad
fuera lo único que se pudiera encontrar y nada mas.
- ¡ARRODILLATE! — volvió a exclamar el policía, usando esta vez una voz compulsiva en todo su esplendor.
El Mago cerró
los ojos y sonrió. Le quitó la fuerza primero a su pierna derecha,
y se dejó caer sobre su rodilla, lanzando un silencioso quejido al
golpearse contra el suelo. Luego le quitó la fuerza a su pierna
izquierda y se dejó caer al suelo. Ya de rodillas en el suelo, el
Mago abrió los ojos y se dedico a mirar directamente en dirección a
la furgoneta.
- O dicen quienes son... O su amigo se muere — dijo el policía en tono serio, mientras apuntaba a el Mago.
En menos que
un par de micro-segundos la puerta del copiloto de la furgoneta se
volvió a abrir, y la Reina salió de esta, corriendo en dirección
hacia donde todos se encontraban. El Mago le miró, abrió su boca
con intención de gritar, o decir algo, pero el policía que le
apuntaba se le adelantó en romper el silencio.
- ¡ALTO! — gritó con fuerza y furia.
La Reina se
detuvo a varios pasos por delante de el Caballero.
- ¡¿QUIENES SON?! — grito el policía.
- Yo... J... ¡CABALLERO! — gritó la Reina tras haberse girado a mirar a el Caballero y luego a el Mago, quizá tratando de formular algún nombre... El de ella, el del Mago, el del tipo calvo, o el del Caballero.
El Caballero,
tomó a la Reina con fuerza y la abrazó para sujetarla, colocándose
luego el tipo calvo delante de ellos.
- ¡SIN NOMBRES DIJE! — gritó el tipo calvo —. Somos gente mala haciendo el bien, y gente buena haciendo el mal.
Los policías
se miraron el uno a el otro.
- Fue suficiente... — dijo el segundo policía —. ¡MALDITA SEA, YA TUVE SUFICIENTE, SOLO COLOQUEN EL MALDITO DINERO DENTRO DE LA PATRULLA Y YA!
El Caballero
sujetaba a la Reina con fuerza, quién no oponía resistencia alguna,
ni podía, ni quería sujetarse al parecer.
- Pues vengan a tomarlo, ahí esta su dinero — dijo el tipo el calvo, en tono tranquilo mientras señalaba el montón de dinero.
- Ya tuve suficiente — dijo el segundo policía, mientras abría las compuertas del vehículo de patrullaje.
Mientras el
primer policía aún apuntaba a el Mago, quien yacía arrodillado, el
segundo policía camino desesperado hacia el montón de billetes
tirados en el suelo y se agacho para recogerlos. Tomo varias pacas,
todas de 100 bsf y las arrojó dentro de la patrulla. El Mago, el
Caballero, la Reina, el tipo calvo, y el otro policía, solo se
dedicaban a mirar. El policía fue aumentando rápidamente la
velocidad con la que ejecutaba dicha acción. Tras un par de minutos
lentos, logró tirar todas las pacas de dinero dentro de la patrulla.
- Te falto una — dijo el tipo calvo, con una voz fría.
El policía le
miró incrédulo. El tipo calvo sonrió, y sacó de su bolsillo, un
ultimo fajo de billetes, todos de 100 bsf pero esta, era el triple de
grande en comparación con las otras.
- ¿Y bien? — preguntó el tipo calvo —. ¿No va a venir por su dinero, señor oficial?
El policía no
esperó, y camino rápidamente hacia el tipo calvo, quien le esperaba
con una limpia sonrisa y la mano tendida, ofreciéndole el fajo de
billetes. El policía se detuvo justo en frente de el, a un paso o un
poco más, luego sujetó el fajo de billetes con su mano izquierda,
sin embargo, cuando este trató de jalarlo, el tipo calvo no lo
soltó. El policía levantó la mirada y miró al tipo calvo
directamente a los ojos, ambos se miraban fijamente el uno al otro.
En su rostro, se notaba que el policía estaba nervioso, su frente y
sus manos sudaban cual grifo bien abierto, sus ojos se estremecían
y; sus labios temblaban y vibraban. El tipo calvo, por su lado, no
demostraba muestra alguna de algo en su rostro, se mantenía
completamente firme, sin sudar y sin temblar tan siquiera un poco. El
policía jaló con un poco mas de fuerza, pero cuando lo hizo, el
tipo calvo realizó una maniobra arriesgada, pero con la suficiente
habilidad y seguridad, como para terminar con el cuello del policía
entre sus brazos, en estado semidormido y sin oponer resistencia,
debilitándose de a poco, cada vez más.
- Cuidado con lo que haces — dijo el primer policía en tono amenazante, mientras le quitaba el seguro a su arma, la cual no dejaba de apuntar hacia el Mago.
- Ustedes fueron los que debieron tener cuidado, no nosotros— dijo el tipo calvo, en tono serio.
- Sube a la patrulla, ahora — le dijo el policía a el Mago.
El tipo calvo
le guiño el ojo al Mago, lo cual pareció ser mas que suficiente
para que este comprendiera lo que ahora venía del plan. El Mago dejó
esbozar una sonrisa, y acto seguido se puso de pie, se giró hacia el
policía y le miró directamente a los ojos.
- ¿Cree en la magia, señor policía? — le pregunto el Mago en tono chistoso —. Yo creo en la magia del miedo... Esa clase de magia, a la que nadie se le puede ocultar... Tememos señor policía solo a aquello que no controlamos... Ahora que se, que usted tiene miedo y yo no... Estoy seguro de que le controlo.
- ¡Cierra el pico! — exclamó el policía —. Ahora sube a la patrulla de una buena vez.
El Mago subió
a la patrulla, sonriendo plácidamente. Se sentó encima de los
billetes sin quitarle nunca la mirada al policía de encima. El
policía cerró las compuertas del vehículo bruscamente y corrió
hacia la puerta delantera del piloto, pero al intentar abrirla
alguien se le adelantó, y la abrió desde adentro con fuerza,
golpeándole y derribándole.
- ¡Argh! — gruñó al golpearse contra el suelo.
El policía
levantó su mirada hacia el piloto y vio a un hombre sentado en dicho
asiento, ambos se miraron a los ojos. La mirada azulada del oficial
no rivalizaba en lo absoluto con la mirada verde y agresiva del
hombre que yacía sentado en el vehículo que el solía manejar. Aún
así, ese par se miraba fijamente, debieron haber sentido que el
mismo tiempo se detuvo para ambos, supongo. Tras varios minutos, el
silencio se rompió.
- Pregunta importante... — dijo el tipo que estaba sentado en el asiento del piloto —. ¿Porque aún no has disparado?
El policía
solo hizo un silencio lacónico y al hacer de nuevo contacto visual
con el sujeto, luego de haber bajado la mirada, respondió.
- Porque lo que sea que sean ustedes... Yo quiero entrar — dijo de golpe.
El Caballero y
el tipo calvo se giraron hacia ellos mismos, y se miraron confusos
entre si.
- Eso no me lo esperaba — dijo quien yacía en el asiento del piloto.
- Se que hay mucho dinero de por medio y... — decía el policía.
- No se trata de dinero — interrumpió el Mago, en tono alto.
El hombre que
estaba sentado en el asiento del piloto, descendió cómodamente de
el vehículo y le ofreció al policía su mano, para ayudarle a
levantarse.
- Libera a el Mago — dijo el hombre al policía, luego de ayudarle a levantarse.
El policía
obedeció sin rechistar, y abrió las compuertas del vehículo. El
policía se hizo a un lado para que el Mago descendiera de el y luego
le liberó de las esposas. El Mago se dirigió hacia el hombre de
mirada verdosa y tras estrecharle la mano, sonrió.
- ¡Dragón a mi! — exclamó el Mago, en tono burlón.
- Jajajajaja... Aún no olvidas eso, por lo que veo — dijo el Dragón, en respuesta.
- ¿Como olvidarlo? Si llevas en una pierna, un tatuaje de un dragón por ello — dijo el Mago, en tono gracioso.
- Venga ya, olvida eso, eres frustrante — dijo el Dragón.
- ¿Y que pasa conmigo? — pregunto el policía.
El Dragón y
el Mago, se giraron hacia el, le miraron de pies a cabeza. Luego se
miraron entre ellos, el Mago asintió y el Dragón le siguió.
- ¡Pérez! — llamó el Dragón al tipo calvo.
- Diga patrón — dijo Pérez, tras ir corriendo hacia el Dragón.
- Suba mi dinero a nuestro vehículo — le dijo a Pérez, el Dragón.
- Aguarde... Pero... Ese no era el trato — dijo el policía.
- ¡Cierre el picazo! — exclamó el Dragón, luego sacó de su chaqueta un revolver marca Smith & Wesson y lo apuntó justo en la frente de el policía —-. Ahora, arrodíllese.
- Esto les va a costar caro — dijo el policía, mientras se arrodillaba.
20-08-2014
04:15 AM
- ¿Le gustan los cangrejos, señor policía? — preguntaba el Dragón mientras le exhalaba humo de cigarrillo en la cara al primer policía.
- Son... Son... Son... Unos enfermos — dijo en respuesta el primer policía.
- Entiendo... ¿Al menos le gusta el mar, no? — preguntó el Dragón.
- Les va a costar caro... Se los juro — juró el primero policía.
- Suficiente, Mago — dijo el Dragón, mientras veía como el Mago pateaba con fuerza la cabeza del segundo policía, quien yacía a pocos metros del primero, ambos enterrados en la arena, a la orilla del mar.
- De acuerdo... — dijo el Mago, quién luego se agachó para colocarse a la altura de el segundo policía y hablarle cara a cara —. ¿Cree en la magia, señor policía?
- ¡SI! — gritó eufórico el segundo policía —. Si creo en la magia... Tu eres la magia.
El Mago no
dijo nada, solo sonrió y luego se giró hacia el Dragón. Ambos
comenzaron a caminar hacia la furgoneta, que les esperaba en la
carretera. Pero tras dar un par de pasos apenas, el Mago le gritó a
los policías.
- SI YO FUERA USTEDES, SALDRIA RAPIDO DE AHI, SI ALGUN MALEANTE O VAGABUNDO LES VE ENTERRADOS EN LA ARENA, CON SOLO LA CABEZA ASOMADA Y LOS UNIFORMES A UN LADO SUYO... LA VAN A PASAR MUY MAL — dijo gracioso.
El Dragón
comenzó a reír a carcajadas y luego rodeó al Mago con su enorme e
imponente brazo.
- ¿Sabes que es lo que me sorprende de ti? — preguntó el Dragón.
- ¿Que cosa? — respondió preguntando el Mago.
- Que aún hecho mierda, sigues siendo tu — respondió el Dragón.
- Al fin lo comprendí — dijo el Mago —. No era la máscara, era yo y solo yo... Este incidente me obligó a despertar de ese sueño en el que era un superhéroe... Es evolución Dragón, yo soy un villano.
- ¡Ese es mi ahijado! — exclamó el Dragón con orgullo —. Me agrada lo que están haciendo tu y tus amigos, no dudes en teclearme de nuevo si estás metido en problemas... ¿De acuerdo?
- De acuerdo, de acuerdo... De acuerdo — respondió el Mago, lentamente.