lunes, 20 de abril de 2015

Deseé morir

29 de enero del 2015, 11:53 pm.

 Sin duda estaba en mi mejor cumpleaños, el 100% de las mejores cosas que deseaba que me pasaran, me estaban pasando, y pensaba incluso que ya nada más podía mejorar... Me encontraba a 7 minutos de ver finalizado "Mi día", por ello decidí alejarme de todo el mundo un rato, recostarme debajo de mi cama, única y exclusivamente a analizar mi situación, a ver ¿que era lo que me faltaba para qué cumplir 20 años resultara una experiencia muy hermosa? Sin duda, morir, pensé de golpe y pues, estaba en lo cierto... Pero ¿quién sería capaz de suicidarse el día de su cumpleaños? ¿Quién? A mi, sin duda se me podían ocurrir las más brillantes maneras para llevar a cabo un suicido perfecto, pero hay que ser realistas, tengo el coraje pero me falta valor para ser quién coloque el punto final a mi historia.

 Antes de tirarme debajo de mi cama, llevé conmigo un par de cigarrillos, media botella de ron y un cigarro de esos que dan risa. ¿Para qué llevaba todo eso? Pues a una pregunta interesante, una respuesta interesante, no lo sé. Sonreí, y encendí el primer cigarrillo. Fumé de manera relajada debajo de mi cama, inhalando y exhalando, aunque sin mentir, en ocasiones debía tragarme un buen trago de ron para ahogar el nudo atado en mi garganta. 

 Miré mi reloj y noté que cuando 27 segundos faltaban para terminar el día, mi reloj se detuvo, así que supuse que el tiempo había dejado de avanzar, mi piel se erizó por completo al sentir que un frío me arropaba y cerré los ojos. 

 — Hola, José Javier — oí un susurro en mi oído.

 — Te esperaba con ansias, ¿por qué tardaste tanto? — pregunté un poco confuso.

 — Esperaba el momento indicado para tenerte — respondió.

 — Es mi cumpleaños — comenté.

 — Sé que lo es — aseguró  —.   ¿Un día difícil? — preguntó.

 — No... Una vida difícil — respondí —.   ¿Cual es mi regalo? — pregunté curioso, con una sonrisa en mi rostro.

 — Voy darte el mejor regalo de todos, te concederé un deseo — respondió —.   El deseo que tú quieras — continuó.

 Una lágrima se deslizó por mis mejillas y sonreí.

 — Deseo morir — dije sin abrir los ojos y sin borrar la sonrisa alegre de mi rostro.

 — Sin duda el mejor deseo, morir... — decía —.   Pero, José, ¿estás consciente de qué no puedo matarte? — preguntó.

 — Lo suficientemente consciente para saberlo, y lo necesariamente consciente para entender que debo quitármela yo — respondí.

 — ¿Cómo lo harás? — preguntó.

 — ¿Debería rajar mis venas y dejar que se escurra de mi, toda esa ira, rabia y rencor que llevo dentro  para así ser purgado de mi maldad por fin? — le pregunté.

 — ¡¿QUE ESPERAS?! ¡HAZLO! — respondió con una incitación que ya esperaba.

 Cerré mi mano derecha empuñándola y sentí como algo cortaba la palma de mi mano. La abrí despacio y sin abrir los ojos, tomé la hojilla entre mis dedos y; accedí a cortar profunda y lentamente mis muñecas, podía sentir como la calidez de mi sangre descendía por mis fríos brazos.

 — ¿Cómo te sientes? — preguntó.

 — Relajado — respondí sin pensar.

 — Bien... Y... ¿Qué sientes? — preguntó.

 — Siento que acabo de liberar muchas cargas, cómo si algo malo dentro de mi se hubiera marchado para siempre — respondí.

 — ¿Y ahora qué? — preguntó.

 — Hay que esperar — respondí.

 Cada minuto que transcurría parecía eterno, podía sentir qué incluso, cada minuto era en realidad una vida que se extinguía lentamente. Realmente estaba muriendo. Cada memoria, cada instante, cada momento, cada recuerdo de mi, estaba siendo extinguido de mi mente. No vi en ningún momento mi vida pasar frente a mis ojos, pues siempre los mantuve cerrados. Estaba en un descendencia lenta, el concepto de morir estaba cambiando para mi... Ya nada sería igual después de esto, lo sabía, y estaba seguro de eso.

 — ¿Por qué? — preguntó.

 — Porque es mi deseo — respondí.

 — ¿Pero, por qué fue ese tu deseo? — preguntó de nuevo.

 Sonreí, despacio, muy lento.

 — Aunque pocos lo aceptemos, todos deseamos morir — respondí —.   Los vivos anhelamos siempre una cosa, un final lento, algunos incluso quieren un final eterno, pero yo no deseo eso, yo sólo deseo un final rápido — continué.

 — El secreto de morir es no estar vivo — comentó.

 — ¿Secreto? — pregunté curioso.

 — Por supuesto, la muerte es hermosa — dijo en respuesta —.   Nadie sabe apreciarla, nadie tiene el conocimiento necesario para comprender que morir es en realidad estar vivo, nadie cree que lo que llaman "final", es en realidad un buen comienzo — continuó diciendo.

 — ¿Por qué? — pregunté.

 — Por la misma razón que no has abierto los ojos — respondió —.   Miedo.

 — Pero yo no tengo miedo — dije.

 — Claro que si, tienes miedo a que todo salga mal — replicó.

 No dije nada, sólo hice silencio.

 — El mundo cambiará cuando todos decidan arriesgarse — continuó.

 — Está oscuro — dije.

 — No, tú eres lo oscuro — dijo.

 Ya no sentía la calidez de mi sangre descender por mis brazos, ya no sentía frío, ni muchos odio, había olvidado el rencor, y mi ira.

 — Estás muerto, Javier Barreto — dijo.

 No podía estar feliz, ni enojado, ni triste, ni agobiado, ni asustado, sólo podía estar muerto de ahora en adelante. Se había cumplido mi deseo.

 Nunca estuve en ningún lugar, todo era vacío, oscuro, había mucho silencio y únicamente me limitaba a no pensar. Pero mi mente era más fuerte qué yo. Estaba en un estado de muerte, desconocía ahora lo qué era estar vivo, me sentía invulnerable a todo y por primera vez ya nada podía lastimarme, nada me hacía daño.

 Cómo todo ser humano he cometido errores, y admito que han sido muchos, confieso qué incluso mis acciones han sido erróneas, estoy tan lleno de errores qué incluso estoy seguro de qué yo mismo soy mi peor error. Pero la pregunta del millón, es, ¿por qué nos equivocamos? ¿Con qué fin? Yo tengo la creencia de qué, cada error es mucho más qué una simple enseñanza, juro y creo que si, estoy seguro de eso. Somos malditamente espinados, como una rosa que lastima a quién sea que se acerque, sin ver quién es, sin saber por qué lo hacemos, sin poder evitar creer qué si no lastimamos primero, seremos lastimados. Y estamos en lo cierto si tomamos en cuenta qué, a quién lastimaremos piensa que si no nos lastima le vamos a lastimar, malditos círculos viciosos.

 Yo siempre estoy en compañía de mi soledad. Esa es la razón por la cual nunca he necesitado a alguien, estoy muerto, no puedo estar feliz, porque no sé sonreír. No puedo estar triste, olvidé cómo llorar. No puedo enojarme, porqué ya no existe algo que pueda hacerme sentir vivo, estoy muerto...

 — Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... Estoy muerto... — susurraba.

 — No, no lo estás hijo, pero estuviste cerca, bienvenido de vuelta — oí una voz gruesa hablarme.

 Abrí los ojos, me encontraba acostado en una camilla de algún hospital. Miré ambos brazos y estaban vendados.

 — Tuviste mucha suerte, yo te salvé, soy el Doctor Domínico Rodríguez — se presentó —.   ¿Cómo te sientes? — preguntó mientras revisaba unos papeles.

 — Muerto — respondí.

 El doctor levantó la mirada y me miró directo a los ojos.

 — Está equivocado Doctor, usted no me salvó — dije —.   Me salvó ella — continué.

 — ¿Quién es "ella"? — preguntó, con algo de curiosidad en su voz.

 — La muerte — respondí —.   La muerte me salvó de la peor de las muertes, estar vivo — continué.

 El Doctor, dibujó en su cara serias facciones y quitándose las gafas me preguntó:

 — ¿Entonces ya no estás vivo? — mirándome a los ojos.

 — Así es, ella me concedió mi deseo, y decidí permitir qué se cumpliera — respondí.

 — ¿Por qué tomaste esa decisión si sabes que continuarás vivo y qué todo volverá a ser igual? — preguntó.

 —  Se equivoca, ya nada será igual doctor, aunque estemos en vida, hay decisiones que nos dejan apestando a muerte — respondí.

 — ¿Qué deseaste exactamente? — preguntó el doctor, mientras una enfermera se acercaba a él.

 Giré mi mirada hacia la ventana.

 — Deseé morir — respondí sin mirarles.

 — ¿Diagnóstico Doctor? — oí a la enfermera preguntar.

 Un silencio invadió la habitación durante un par de minutos.

 — Esquizofrenia — respondió...

11 comentarios:

  1. Que pena no pudiera controlar esos pensamientos e ideas

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  2. Fantástico, un virtuoso de la prosa, típico de un psicópata, lamentablemente sus pensamientos se fueron mimetizado con la realidad hasta que no pudo reprimirlos. Ahí fué cuando descubrió la metamorfosis que lo convirtió en un asesino, un despojo de la sociedad una lacra. Sí hubiese podido sastifacer esos instintos por la prosa seria millonario.

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    1. Pensamos igual.. Pero no quita el hecho de que su desborde de locura es algo asqueroso

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  3. Estas equivocado... Tu no deseas morir porque ya estas muerto, cuando dejas de luchar por ti mismo o por una causa o por alguien ya estas muerto, porque simplemente ya no luchas contra las dificultares. Ahora Si deseas morir de carne y hueso sabes en que paradero se ubicara tu alma?... No sabes porque antes que deseadas querer morir ya perdió las ganas de no rendirse... Tu lo unico que quieres es ser feliz y para estar feliz no puedes culpar lo que te rodea o transformando a la literatura como un rincon para que gastes tu talento y apliques tus deseos sin valor, tu deseo que buscar no es morir solo ser feliz... hasta que te liberes de las rejas limpia tu nombre y cambia tu mentalidad oscura que Dios no te dio el talento que incluso tu y yo tenemos para quitar la vida a un ser vivo ni nosotros mismo tampoco porque la literatura es el arte de expresar pero no usemos el Arte para escupir basura y ponerlo en un marco que nadies lo va ver.

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